jueves, 31 de diciembre de 2009

A casi un año de la llegada de Obama.

Barack Hussein Obama II tomó posesión como 44° presidente de los EE. UU. el 20 de enero de este 2009 que concluye. Había logrado despertar en millones de norteamericanos la esperanza en medio de una profunda crisis económica. Había logrado también lo que se antojaba imposible: el voto de confianza y hasta la simpatía anticipada de algunos políticos distanciados o hasta enemistados con George W. Bush. Fue tanta la expectación que despertó, que incluso personajes como Fidel Castro Ruz, Hugo Chávez y Evo Morales se mostraron amistosos en sus declaraciones hacia el primer presidente negro de la nación más poderosa del mundo.

Prácticamente todos los líderes de América Latina eran optimistas respecto al futuro. Lo hacían dejando de lado por un momento el pasado de invasiones, intervenciones, dictaduras, muertes, desapariciones y demás crímenes promovidos por y desde la Casa Blanca. Sus conclusiones fueron apresuradas.

Tan entusiastas fueron los países del ALBA, con Venezuela y el presidente Hugo Chávez a la cabeza, que en la V Cumbre de las Américas celebrada en Trinidad, pudieron atreverse a pedir en bloque la desaparición de la Organización de Estados Americanos (OEA), ésa que expulsó a Cuba poco después de la invasión de Playa Girón. Algunas voces, ahora sabemos ingenuas, pedían levantar el embargo económico a la isla. Todos expresaban sus sueños, sus anhelos. Las vanguardias políticas, las que tienen memoria histórica, pensaron que era el momento. En realidad no lo era, no lo es. La libertad se conquista, no se mendiga.

Y como si el pasado quisiera expresar que aún es presente, y que amenaza con ser futuro, el 28 de junio un golpe de Estado derrocó a Manuel Zelaya, presidente de Honduras. ¡Un golpe de Estado! “El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición” dijo antes de morir Salvador Allende, cuyo derrocamiento es el símbolo de los golpes de Estado urdidos por los norteamericanos en América Latina. No mucho ha cambiado desde ese 11 de septiembre de 1973. Romeo Vásquez, el general que encabezó el golpe de Honduras, se entrenó en la escuela de gorilas, la Escuela de las Américas, que aún opera hoy.

Desvanecidas ya las esperanzas, la izquierda latinoamericana contempló el acuerdo entre EE.UU. y Colombia para que tropas, aeronaves y embarcaciones norteamericanas hagan uso de bases terrestres, aéreas y marítimas del país sudamericano. La oposición fue férrea por parte de los países del ALBA. Fidel Castro interpretó el pacto firmado el 30 de octubre como la anexión de Colombia a Estados Unidos. Se ha pasado de la confianza a una posición defensiva.

Dos sucesos más recientes han venido generalizar el ambiente de decepción respecto de Obama. El 9 de octubre se anunció que se le había concedido el Premio Nobel de la Paz. Unas semanas después, el galardonado anunciaba su decisión de mandar 30 mil soldados más a Afganistán. Fue agria la ironía. Hace unas horas, durante la Cumbre de Copenhage, la decepción de convirtió en irritación (http://www.cubadebate.cu/reflexiones-fidel/2009/12/20/la-verdad-de-lo-ocurrido-en-la-cumbre/).

Nuestro México es un embrión respecto de lo que ya es Colombia: un peón de los norteamericanos armado hasta los dientes y entrenado para luchar en el tablero de la Patria Grande contra los países con gobiernos progresistas. Esto es sólo un preludio, EE. UU. se prepara para jugar en el tablero global. Para tener éxito debe recuperar el control de su esfera de influencia. México es crucial en la estrategia. Si virara a la izquierda podría decidirse la lucha. El bloque progresista latinoamericano podría avizorar la victoria.

Los estudiantes, los intelectuales, los trabajadores podrán aquí conquistar el futuro colectivo. Las causas están a la mano, vivimos con ellas enfrente: la causa de la democracia en nuestra Universidad; la causa por la permanencia y dignificación de la Filosofía y las Humanidades; la causa obrera del SME. Las causas cotidianas del presente, heredadas del pasado, son la vía para la construcción de nuestro propio futuro. "Pinta tu aldea y serás universal."

CD

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